Don Hildebrando Gil

 

Don Hildebrando Gil provino de una familia guayanesa, fue el cuarto de los varones de un total de 10 hermanos. Su abuelo, Don Tomás Clark, fue pionero en el evangelio en el Estado Bolívar. Hildebrando nació en un lugar llamado El Caruto, el cual dista aproximadamente a 150 Kms. de Ciudad Bolívar, sitio donde su padre era el encargado de un hato de ganado.

Era el año l.928, faltaban pocos días o tal vez horas para el 16 de enero (día de su nacimiento), cuando su madre, ya para oscurecer el día, salió a la parte trasera de la casa de campo para recoger un utensilio. Su padre, que se encontraba sentado ocupado con algunas cosas, la vio en aquel instante; sintiéndose impulsado para impedirle la salida, se levantó rápidamente, dándole alcance y la detuvo. Él dio un paso adelante, y en ese preciso momento, una serpiente cascabel montañera con más de un metro de largo se prendió de su pie, cayendo él inmediatamente a tierra. Logró sobrevivir, pero sufrió todo el resto de su vida la consecuencia de aquella mordedura. Con todo, salvó la vida a la madre y a aquel niño, poco antes del alumbramiento (ahora comprendemos que era la mano de Dios preservando a Hildebrando desde el vientre de su madre).

Posteriormente, cuando todavía él era muy pequeño, el dueño del hato fue de visita al lugar. Durante su estadía allí, uno de sus hijos enfermó con tifus, y fue trasladado en automóvil (de los primeros que llegaron a la Guayana), rápidamente a la ciudad; pero el muchacho murió. Pasados algunos días, el tifus atacó a Hildelbrando. Como su padre no tenía carro a su disposición, la única forma para trasladarlo a la ciudad fue una hamaca amarrada por sus extremos a una vara, y cargada por dos personas. La fiebre era sumamente alta, lo que obligó a sus padres a sumergir su cuerpecito en cada río que encontraban para conseguir que bajara la temperatura, envolviéndole luego en una cobijita mojada. Efectuaron todo el recorrido a pie hasta Ciudad Bolívar y la mano del Todopoderoso se manifestó de nuevo, salvándole la vida.

 

Eran los tiempos de la dictadura gomecista; reinaban el hambre y toda necesidad. Estas circunstancias lanzaron al trabajo a Hildebrando cuando tenía apenas 7 años de edad. Transcurrieron 17 años de su vida, durante los cuales él asistía a los cultos y a la Escuela Dominical. Sus padres eran creyentes, pero él seguía en sus pecados. A esta edad se fue a Caracas, donde comenzó a trabajar como oficial de construcción, el día siguiente de su llegada. Pero el dinero que ganaba, lo gastaba con amigos en parrandas y vicios. No tenía 20 años de edad cuando su alma empezó a cansarse y a experimentar inquietudes. Cumplidos los 20, conoció a Rosa (quien llegaría a ser su esposa).

 

Cuando visitó su casa, se presentó como evangélico, cuando la verdad era que él seguía siendo un pecador perdido. Rosa conocía algo de la Biblia, puesto que había tenido contacto con algunos que la leían, por lo que también su alma estaba inquieta. Así iban las cosas cuando un día, Rosa le regaló una Biblia, la cual comenzó a leer ininterrumpidamente en el libro de Mateo, desde el capítulo l hasta el 28. Terminando allí la lectura, quedó convicto de su maldad, y allí empezó su decidido interés por el Evangelio.

 

Un domingo de los primeros del mes del año 1948 se presentó con Rosa al Local Evangélico de la Avenida Principal de El Cementerio, a la hora del mediodía. Una señora los atendió, la cual lo invitó a regresar por la tarde. Esto lo hicieron con puntualidad, ya que su necesidad espiritual era imperativa. Allí encontraron a Don Jo Naranjo, quien los atendió y explicó sobre Juan 3: 16. Tanto Rosa como Hildebrando descansaron sus almas en Cristo en aquella tarde, luego en mayo se casaron.

 

Transcurrieron once años de variadas experiencias en la asamblea de la Av. Principal del Cementerio (Caracas), pero en cada una de ellas, Don Hildebrando reconoció que su Señor le dio grandes lecciones. Finalizando este tiempo, aconteció algo que de corazón él había anhelado, pero considerado imposible, el de dedicar su tiempo por completo a la obra del Evangelio, él no se dio cuenta de que otros también se estaban fiando en su ejercicio y su capacidad.

En ese tiempo estaba trabajando en la Chrysler de Venezuela, cuando se presentó una huelga metalúrgica en los EE.UU., lo que obligó a la empresa a dejar libre su personal entre tanto terminaba la huelga. Al día siguiente, llegó Don Guillermo Williams del Canadá y le dijo, después de saludarle, en forma determinante: “Mi esposa y yo veníamos orando en alta mar por usted; lo necesito mañana para el traslado de un Local Portátil desde Maracay a Valera; arregle sus cosas, porque debernos salir temprano”.

Luego de concluido el trabajo, le preguntó si estaba dispuesto a “dejar las redes”. Don Hildebrando le contestó que sí, estaba dispuesto. Resultó, pues, que en las Conferencias de Puerto Cabello, el 2 de enero de 1960, fue encomendado junto con su esposa Rosa a la obra del Señor, con la comunión de los ancianos de su propia asamblea, y de todos los siervos del Señor.

En seguida, él acompañó a Don Guillermo y a Don Juan Frith en una campaña al occidente. Desde aquella fecha, él sirvió con muchos otros de los consiervos en distintos lugares del país, pero mayormente con Don José Naranjo en la zona capital, en el centro y en el oriente. Él trabajó muchísimo en las construcciones de locales en distintos lugares, desde Valera hasta Ciudad Bolívar. Entre sus trabajos mayores de construcción están los hogares evangélicos de Puerto Cabello y La Mata y el Local de Los Flores en Caracas. Su predicación y su ministerio demostraron la misma preparación y orden que se vieron en sus trabajos materiales. Él mostró su gran amor hacia el Señor dándole lo mejor de su vida.

Don Hildebrando también es recordado por ser un hombre consejero y sabio, dispuesto a llevar las cargas de otros, a padecer por causa del evangelio y por el pueblo de Dios. Muchos le debemos sus buenos consejos y animación. Entregando el Pan en sus inicios difíciles le debe mucho a este hombre de Dios.  

En sus últimos años, Don Hildebrando estuvo postrado en cama por problemas de salud, pero el Señor cuidó de él a través de su hija (la Dra. Olga) y demás familiares. Hace unos pocos años, doña Rosa se adelantó para ir a las moradas celestiales, el pasado 30 de Diciembre es cuando él fue llamado “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor(Mateo 25:23), fue guiado por el Señor mas allá de la muerte, y ahora se encuentra muchísimo mejor, en la presencia de Señor.

Su vida ejemplar de devoción, servicio y sacrificio por la causa de Cristo, es un ejemplo a seguir. Don Hildebrando Gil ahora descansa… “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apc. 14:13).

Fuente principal: “Una Obra Silenciosa”